La otra cara catalana. No habrá independencia pacífica, aunque Durán prefiera engañarse

PASCUAL TAMBURRI

por Pascual TamburriDefender bien una mala idea es una cosa, no por lamentable menos digna de respeto. Ahora bien, si además se emplean argumentos malos, manidos y falaces en defensa de una idea mala y mal cimentada el desastre es total. Lo que no impide por cierto que pueda triunfar. En el caso de la España de 2014 estamos viendo las peores combinaciones imaginables de elementos al respecto: tenemos malas defensas de la destrucción de España, basadas en cálculos económicos, y otras aún peores con pretendido fundamento en un relato histórico de personas que no debieron aprobar el viejo Bachillerato ni han debido leer a Jesús Laínz en este 2014.

Poniéndonos en lo opuesto, tenemos defensas de la unidad nacional pretendidamente basadas en la conveniencia económica y mercantil de esa unidad… como si la historia universal del patriotismo no estuviese llena de pueblos enteros dispuestos a vivir peor con tal de vivir libres. En fin, las miserias intelectuales y morales del siglo XXI a uno y otro lado. Aunque no a los dos por igual.

Dos supuestos garantes de la unidad nacional española, el Presidente del Congreso de los Diputados Jesús Posada y la portavoz de UPyD Rosa Díez, presentaron a comienzos de mayo de 2014 el libro de Alfred Bosch Como amigos. La independencia de Cataluña interesa a los españoles. Y lo hicieron, naturalmente, en el Congreso. Creo que ahí sigue latente un equívoco mal resuelto desde la Transición. Porque una cosa es que ERC, mientras no viole la Ley, sea legal, y otra muy diferente que las instituciones del Estado puedan o deban ganarse la etiqueta de «tolerantes» a costa de hacer propaganda gratis a los enemigos de la existencia de España. Eso sí, hay que reconocer que el librito es una joya en su género, porque retrata despiadadamente a la generación que lo ha producido y que lo lee. Fíjense ustedes en el sofisma central: «La independencia de Cataluña es inevitable e irreversible, porque la gente lo quiere; lo único que podemos decidir es cómo se produce. Si hacemos caso de Adam Smith, la libertad nacional de Cataluña multiplicará y estimulará el libre comercio con España. La emancipación de Cataluña es la mejor oportunidad para los españoles de reaccionar y activar una segunda transición. Aplastar la voluntad mayoritaria de los catalanes degradaría y ahogaría a la democracia española«. Así que la idea que se argumenta es esta: que una república catalana independiente conviene a todos los españoles, aparte de argumentos jurídicos e históricos que ERC no maneja mucho más allá de la propaganda onanista, sobre todo por razones económicas, que con ellos controlando un Estado todos seríamos más ricos y por ende más felices. Al menos según parámetros liberal-socialistas.

Cataluña perdería… aunque ésa no es la cuestión

En 1976, el entonces indiscutible economista Ramón Tamames –formado en el aparato del franquismo y dirigente del PCE- escribió ¿Adónde vas, España?, un libro en el que examinaba el futuro de España. En este caso, y tras haber contribuido no poco a idear el estado semisocialista que vivimos en el postfranquismo, Tamames medita por escrito «si realmente la secesión que algunos plantean en el antiguo Principado es conveniente para sus propios ciudadanos y para el resto de los españoles«. Y su conclusión técnica, como economista, es implacable.

Frente a los argumentos independentistas, Tamames ve que sólo conservando la unidad Cataluña conservaría toda su capacidad de crecimiento, y del mismo modo España. Su razonamiento, muy de nuestro tiempo, es meridiano: a más división más pobreza; nuestro mundo camina hacia la unificación y el fin de barreras, y así no tendría sentido construir otras. Por tanto, no hay división que le valga.

Más claro aún que el empobrecimiento derivado del independentismo es que a la secesión sólo se llegará con violencia, y esa también tendrá un precio. Pero no olvidemos algo que nuestros políticos desdeñan: por cara que sea una construcción nacional, cuando un pueblo llega a convencerse de la necesidad de un paso así, además de importar poco lo engañosos que estén siendo los pretendidos argumentos previos, las cosas se hacen. No es cuestión de intereses, con intereses mueves oligarcas pero no gente de la calle. Diga lo que quiera Bosch, matice lo que quiera Duran, si siguen así lo veremos, como siempre lo ha anunciado el nacionalismo.

El nacionalismo no es cuestión de amor, tolerancia ni comprensión, es un ejercicio de odio puro, como decía uno de los fundadores de ERC, Ventura Gassol, al resumir su ideario en «nuestro odio contra la vil España es gigantesco, loco, grande y sublime. Hasta odiamos el nombre, el grito y la memoria, sus tradiciones y su sucia historia«. Odio, y en su apoyo ignorancia. En esa batalla no habrá buenismo populista que valga: si se empieza, sea cual sea su resultado, sólo puede acabar mal, y nadie aún ha demostrado que los errores catalanistas anteriores no se estén repitiendo. O empeorando.

Fuente: ESD

5 comentarios

  1. Una nación es también una comunidad de afectos, de sentimientos. Eso ya se ha perdido en Cataluña con respecto a España. Negarlo es engañarse. Así que éste, como tantos otros, niega la evidencia, y a partir de ahí teje quimeras patrióticas.

    Y eso no se arregla si no se pone a los catalanes delante de la realidad que se niegan a ver, esto es: que el catalanismo será ruinoso para Cataluña. Dicho de una manera más prosaica, es como los padres que dejan que su hijo se vaya de casa después de empeñarse una y otra vez en que se quede. De nada sirve insistir en hacerle ver que la vida es dura y que fuera del hogar hay frío. Hasta que no se vaya no lo entenderá. Y quizá ni aun después de irse.

    No hay otra manera de reconducir la situación que dejar que el nacionalismo descarrile por su cuenta. Si hay que ir a la violencia será después de su fracaso, tal y como ocurrió en 1640, que se hicieron franceses y volvieron con la cabeza agachada.

    Si alguien cree que el catalanismo va a rectificar sin antes cobrarnos peaje, sin antes cobrarnos impuestos, tal y como hacen vascos y navarros, está muy equivocado.

    O sea, que según este señor con tal de que no sean independientes tenemos que ceder todo, como en el PV y en Navarra. Pues yo no estoy dispuesto, y antes prefiero que se vayan que tener que pagar y seguir aguantándoles el victimismo eterno. O sea, que como Madina, Pachi López, Oyarzábal y Basagoiti se ‘sienten’ españoles tenemos que continuar tributando a las Haciendas forales mientras ellos no pagan nada al Estado. Pues no, prefiero que se larguen.

    ¿Y qué otra solución hay? «Patriotismo», responde el columnista. Ah, bueno, entonces ya podemos dormir tranquilos. Dormir, y continuar pagando, claro. El año pasado entregamos a Cataluña 12.000 millones extra; este no bajará de 15.000. Ése es el pacto: ellos insultan cuanto quieran y nosotros les pagamos por ello. ¿Alguna otra solución? «Patriotismo». Pues qué bien, ¿verdad?

  2. No estamos muy seguros de que el sr. Tamburri exprese en su artículo lo que usted dice que defiende… más bien nos parece que critica tanto la estupidez separatista como la inoperancia de los supuestos defensores de la unidad de España.

    Por otra parte, la «evidencia» de que se haya «perdido Cataluña» para España, -siquiera sentimentalmente- no deja ser un lugar común, muy ventilado por los medios de comunicación del Régimen y por los propios interesados, pero bastante alejado de la realidad a tenor de las cifras que, hasta el momento, se pueden constatar (por ejemplo, sólo el 49% del censo votó el último Estatuto; sólo el 47% votó en las últimas europeas, etc.).

    Fíjese lo seguro que están los propios separatistas, que les vale un 37% de participación para dar por legítimo el referéndum (en realidad, darían por bueno que sólo votasen sus militantes…), y quieren que voten los inmigrantes, y los menores… (y a este paso hasta las mascotas domésticas.)

    Nadie aquí niega que haya un problema de desafección en Cataluña con respecto a España, como en el País Vasco, en Galicia… en general, nos atreveríamos a decir que hay un problema de desafección de buena parte de España con respecto a España. Y nos parece normal, y hasta cierto punto hasta sorprende que tal desafección no sea mayor tras decenios de complejos, leyendas, intoxicaciones, crisis, corrupción, saqueo, mediocridad y, sobre todo, ausencia de un proyecto común que aglutine, cohesione y hermane. Esta es la gran asignatura pendiente de aquellos que no renunciamos a España: crearlo.

    De otra parte, también lo hemos dicho otras veces: en este marco, en este Régimen putrefacto poco se puede hacer… muchos apuntan a que esto terminará como usted apunta: con el sempiterno chantaje de los separatistas y la consiguiente concesión de la castuza. Pero también es factible que, como dice Tamburri, la cosa acabe mal, muy mal, y que esto acabe como usted también apunta: estrellándose los separatistas -estrellándonos todos, porque no va a haber separación sin violencia- porque quizá nadie se va a atrever a parar esto antes de que sea tarde…

    Nosotros estamos en contra de estas dos alternativas, aunque hay quien piensa -y quizá con toda la razón- que hay que llegar a ese estado de cosas para que empiecen a surgir alternativas. Se verá tarde o temprano. Saludos

  3. Yo estoy más bien de acuerdo con gente como Priede. Estoy ya hasta la coronilla de «solucionar» las cosas a base de concesiones. Comprar «amor a España» por 15 años más (que creo que poca gente siente en Cataluña), a cambio de dinero, de sistemas forales y un mercado cautivo. EN CRISTIANO, UNA ESPAÑA BI-LA-TE-RAL, ni siquiera federal, BILATERAL. Con pueblos superiores y elegidos por Dios, regidos por un fuero, y pueblos inferiores regidos por la norma común. Porque eso es claramente la solución que proponen los pactistas. La gente que «hablando se entiende». A veces en esta vida, hay que cortar y hasta aquí hemos llegado. Para mayor desgracia de casi todos, aquí se hará un apaño foralista. Riéndose del resto de España. Lástima que el pueblo español sea tan cobarde y tenga pánico a una secesión. Lo sufriremos. Y lo bueno, es que al final, tendremos históricamente la secesión, igual. Tarde o temprano.

  4. Desde luego, nosotros no estamos de acuerdo en hacer más «concesiones», ni económicas, ni políticas, ni de ningún otro tipo, a las comunidades autónomas en su conjunto o por separado. Y aunque nos parece lógico que se han de defender y respetar las peculiaridades culturales de los pueblos de España, eso no debe traducirse en, por ejemplo, beneficios fiscales para determinados territorios. Desigualdades, las justas.
    Tampoco creemos que con los separatistas haya nada que hablar, ni pactar.
    Lo que es perentorio es librarse de este Régimen y articular alternativas para España.

  5. Hay pueblos que han hecho y hacen grandes negocios con el victimismo, y cuanto más falso es ese victimismo mejor lo explotan, puesto que al ser falso no pueden dejar de pedalear en esa bicicleta un día tras otro, porque si no lo hacen así se caen y todo quedaría al descubierto.

    No es que no haya que hacer más concesiones; es que hay que quitar las que tienen, que son privilegios intolerables. ¿Cuántos españoles sabrían explicar qué es el Cupo? ¿Cuántos saben que por cada producto vasco o navarro que compran pagan al fabricante y además a la hacienda foral respectiva, que no a la española? ¿Qué dirían si las factorías de Renault o Citroen en España pagaran el 93,76% del impuesto de sociedades en Francia y el 6,24% en España? Y en esa misma proporción el IRPF de sus empleados. Y por si fuera poco también se llevaran a Francia el 93,76% del IVA que recaudan por los coches que venden en España. Y además te insultaran llamándote genocida, muerto de hambre y fascista, y por si aun no fuera suficiente se pasaran 40 años matando a los tuyos. Pues bien, todo eso ha ocurrido y ocurre. Si lo denuncias antes ‘los nuestros’ -y para eso necesitas años de perseverancia- no los convencerás jamás. Ved esto:

    Más despiadado fue Pastor, el portavoz del socialismo vasco, inculpando a sus colegas por “buscar enemigos fuera” y animándoles a no meterse en camisa de once varas y a encontrar las soluciones “a los graves problemas (…) de convivencia que sufre Cataluña (…) en Cataluña, no en el País Vasco”. Y para rematar con una guinda de pensamiento blando, Borja Sémper, vocero del PP, acusó a los aludidos de querer dar “la imagen de que los vascos (…) [son] unos caraduras que viven del cuento”.

    Ya sabéis, a seguir pagando. En esto van juntos asesinos y víctimas. A cuenta de que los mataban y perseguían -eran víctimas reales- los demás tenemos que tributar a las Haciendas Forales que controlan el PNV y los etarras.

    http://www.libertaddigital.com/opinion/mikel-buesa/el-privilegio-vasco-navarro-y-el-socialismo-71881/

    ¿Seguimos comprando productos vascos? Pues con los productos catalanes lo mismo. Se han inventando el mito de los seis millones -perdón, de los dieciséis mil millones- y a todas inyectan en los españoles un sentimiento de culpa sin que nadie les facilite argumentos para rebatir semejantes embustes. Y a partir de ahí a cobrar, el año pasado 12.000 millones extras y este año no bajará del 15.000. Ese mito ha sido rebatido magistralmente por Borrell, pero les da igual. Lo mismo con todas las tergiversaciones de la historia:

    Hay que demostrar sus falsedades simulando que los respetas, pero teniendo muy claro que el objetivo de esa divulgación no son ellos, que ya son ciegos y sordos a todo lo que no coincide con su paranoia victimista, sino los nuestros, que son los estafados.

    No es fácil convencer a los nuestros, catalanes o no catalanes. Fijaos en esto que escribí en la Burbuja, denunciando ese abuso de los vascos en las prestaciones sociales. Lo he puesto en azul, al principio:

    http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/515799-cobrar-426-euros-hay-que-55-anos-pais-vasco-23-y-se-cobran-612-o-939-a.html

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