
por José Luis Muñoz Azpiri (h) – “Que la Raza está en pie y el brazo listo,
que va en el barco el capitán Cervantes
y arriba flota el pabellón de Cristo”
Así contempló Darío a la galera de la Raza. Marchaba a través de la tormenta hacia la Atlántida española. Vio también el símbolo de la Cruz sobre la arboladura del barco a la manera del viejo marinero de la balada de Coleridge transfigurado por la visión del manto de la Virgen sobre la nao condenada. Fe e idioma nos salvarán. A una la representa la cruz. Al otro, Cervantes. El idioma es el “pneuma”, es decir, el soplo de Dios, el espíritu.
Cervantes elevó a pobres y desgraciados al sitial de protagonistas de la literatura universal. La plebe bárbara, la “santa canalla”, ingresa en el arte merced a su pluma. Europa vivía en la mentira y el Quijote arrasó con la inmoralidad de la patraña o el embuste. Pero esta historia de un desgraciado narrada por otro desgraciado, es, a su vez, paradójica.
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