BRICS: los ladrillos del edificio multipolar

Por Tiberio Graziani*

Hace diez años el acrónimo Bric entraba a formar parte del léxico de la economía y de las finanzas internacionales. Desde aquel momento la cooperación de los países emergentes que agrupa esta sigla ha adquirido cada vez más un valor de carácter geoeconómico y geopolítico. El afianzamiento de las relaciones entre Brasil, Rusia, India, China y, desde el 2010, Suráfrica fue posible no sólo debido a las evidentes necesidades económicas comunes en asuntos de modernización y desarrollo – típicas de los países emergentes – sino también gracias a una compartida visión de la política internacional. La coordinación política desarrollada en el ámbito del BRICS en el transcurso de pocos semestres constituye un elemento de aceleración de la transición multipolar.

Los BRICS entre geoeconomía y geopolítica

En otoño de 2011, el analista Jim O’Neill del Banco de Inversiones Goldman & Sachs, sobre la base de datos macroeconómicos de algunos países emergentes, en particular concernientes a la demografía, la tasa de crecimiento y los recursos naturales estratégicos, certificaba un nuevo potencial agregado geoeconómico con el acrónimo BRIC. Los países que fueron tomados en cuenta eran, como ya se sabe, Brasil, Rusia, India, y China. Según O’Neill estas naciones verosímilmente habrían dominado la economía mundial del siglo que está iniciando. Por consiguiente se hacía necesario englobarlas en la economía mundial hegemonizada, después del colapso soviético, en el sistema occidental bajo conducción americana. Los paises BRIC, como sucesivamente fueron denominados, buscaban desde aquel momento, pero unilateralmente, un lugar geopolítico propio en el tablero global. Algunos de ellos, en particular Brasil, India y China, intentaban aumentar sus propios niveles de libertad en el campo mundial haciendo hincapié en una articulada serie de alianzas económicas y comerciales en el ámbito regional e internacional. Las tasas de crecimiento elevadas de estas naciones-continentes, indudablemente, constituía el combustible necesario para un nuevo rol en el escenario post bipolar. También Rusia, bajo la dirección de Putin, intentaba reafirmar, cuando menos en el espacio ex-soviético, una propia primacía, después de la desastrosa presidencia de Yeltsin.

En el transcurso de pocos años, la nueva agregación geoeconómica se ha convertido, de simple hipótesis analítica útil para la descripción de los escenarios económicos-financieros del siglo XXI, un actor global de hecho.

La agenda de los valores del forum de los países BRIC contiene a estas alturas todos los puntos cruciales de la economía  mundial: desde la cuestón climática a la de la cesta de las divisas, desde aquella concerniente a los procesos de modernización y desarrollo innovador a aquella que atañe a la seguridad de particulares sectores industriales; además de estos temas, los BRIC se pronuncian con inmediatez y determinación, también por lo que concierne a los dossier “calientes”, como aquellos que tienen que ver con los conflictos internacionales. Durante el 2011, tan sólo para ofrecer algunos ejemplos, los BRIC han tomado partido sobre los casos de agresión a Libia y sobre el aislamiento de Siria,  principalmente efectuado por los euroatlánticos, han expresado su voto a favor del reconocimiento de Palestina en el ámbito de la UNESCO y han solicitado la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.

La coordinación entre los países del club BRIC, fortalecida en 2010 con la inclusión de Suráfrica[1], ha asumido por consiguiente un carácter cada vez más “político”, al punto de incidir profundamente sobre los actuales equilibrios mundiales. Desde una perspectiva general podemos observar que la sola constitución del nuevo club de hecho ha acelerado la transición hacia el sistema multipolar e introducido las premisas para su consolidación a nivel continental. La agrupación BRICS parece confirmar, además, la hipótesis geopolítica, adelantada en estas mismas páginas[2], según la cual los pilares del nuevo ordenamiento in fieri estarían constituidos por América indiolatina y por Eurasia.

De hecho, los BRICS no sólo influencian, como ya se sabe, a los sectores económicos, financieros e industriales[3], sino  también a aquellos geoestratégicos y, por último, a los que conciernen al orden jurídico internacional.

El club BRICS y el ámbito geoestratégico

Por lo que se refiere el ámbito geoestratégico, vale la pena considerar que la coordinación entre los países BRICS representa (y predilige) de hecho un eje casi diagonal – proveniente del lado oriental del hemisferio septentrional (Eurasia) al occidental del hemisferio meridional (América indiolatina) – que podríamos definir “asimétrico”, respecto a aquellos definidos respectivamente por las trayectorias horizontal (Este – Oeste) y vertical (Norte – Sur), a las que nos había acostumbrado la propaganda de la prensa de los períodos bipolar y unipolar. Este eje asimétrico NE – SO, articulado en tres núcleos constituidos respectivamente por el polo eurasiático, por el vértice surafricano y por el polo brasileño, previsiblemente desmembrará, en el medio y largo plazo, las líneas de intervención del sistema occidental bajo conducción americana, aún hegemónica desde un punto de vista militar.

El orden BRICS, por ahora solamente diplomático y económico, sin embargo, debido a su potencial militar[4] y por su posición geoestratégica, podría constituir una primera respuesta organizada hacia la “marcha” de los EE.UU que, avanzando a lo largo de la directriz “horizontal” atlántico mediterránea, intenta dirigirse hacia los países de Asia Central. La presión estadounidense hacia la masa euroafroasiática, vale la pena recordarlo, ha adquirido en los últimos doce años un carácter marcadamente militar. La militarización de la política exterior del sistema Usacéntrico, llevada a cabo por la varias administraciones de allende el océano, desde Bush padre a Obama, constituye el principal elemento de la práxis geopolítica de todo el sistema occidental, tendente a la fragmentación de particulares áreas estratégicas como las del Cercano Oriente y el Norte de África[5].

Desde el punto de vista diplomático, económico y militar el club BRICS se presenta evidentemente desequilibrado a favor de su componente eurasiática. Esta situación por lo menos abre dos posibles escenarios. Por un lado el desajuste podría representar, ya desde el medio plazo, un factor de tensión en el interior de la coordinación política de la nueva agregación, con una vuelta hacia el amparo estadunidense por parte de Brasil y tal vez de Suráfrica. Una segunda perspectiva, tal vez la más realista, evalúa el actual desequilibrio como motivo de aceleración de la integración pro continental de América meridional, fundada en el polo Brasil-Argentina-Venezuela. En este último caso, por otra parte deseable, puesto que reforzaría el escenario multipolar en fase de consolidación, el elemento más débil de la actual composición del conjunto BRICS, es decir, la República Surafricana, asumiría, en virtud de su particular posición geográfica, una evidente función de equilibrio geoestratégico en el interior del nuevo sistema mundial.

Un nuevo modelo de cooperación multipolar

Por lo que concierne a la incidencia en el orden jurídico internacional de parte de los países del BRIC, concordamos con lo que asegura Paulo Borba Casella, profesor de derecho internacional en la Universidad de São Pulo (Brasil), según el cual nos hallamos ante un modelo de cooperación innovador, independiente y original.

Para el docente brasileño, “el carácter innovador de la perspectiva BRIC reside precisamente en el hecho de que estos países se pueden ocupar de sí mismos y al mismo tiempo formular un nuevo modelo de inserción internacional y de cooperación. La perspectiva es ésta. Lo que se precisa es ponerla en práctica[6]. El club de los países BRICS de hecho introduce una práxis de cooperación que, respetando las identidades culturales de sus propios miembros, no se conjuga a la perfección con los planteamientos universalistas de las estructuras internacionales como, por citar algunas de ellas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial (BM) y el fondo Monetario Internacional (FMI), basados, como es sabido, en criterios individualistas y mercantiles propios de las concepciones de carácter occidental.

El nuevo club, aun cuando haya surgido por evidentes razones económicas, sin embargo parece evolucionar hacia una concepción más concreta de las relaciones entre los Estados, fundada en un sustrato cultural afín que podríamos definir de tipo solidario[7], atento hacia la “cosa pública” y a los intereses concretos de las variadas comunidades etnoculturales que pueblan las respectivas naciones.

 La nueva perspectiva que el modelo BRICS introduce, forzosamente chocará con la otra “reglamentación mundial” (la global governance de la escuela angloamericana) la cual se “radica en la concepción individualista de la sociedad y en el pensamiento único “democrático”, rehúsa las diversidades culturales de las distintas poblaciones (aunque no en términos instrumentales como el de la doctrina del “choque de civilizaciones”)[8]. De hecho, el nuevo modelo de cooperación promovido por los países BRICS atestigua el fin o la reorientación de la ONU y la decadencia o la reestructuración de las organizaciones mundiales como el FMI, el BM y la Organización Mundial de Comercio.

*Tiberio Graziani es director de «Eurasia” y presidente del IsAG – Instituto de Altos Estudios Geopolíticos y de Ciencias Auxiliarias.

(Traducción de V. Paglione)

[1] La inclusion de Suráfrica en el Nuevo club multipolar, preanuncia la posibilidad de agregación de otras naciones, entre ellas, Turquía; véase al respecto: Aldo Braccio, E se il BRICS diventasse BRICST? Dati e prospettive dei cinque emergenti più la Turchia, Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici, a. VIII, vol. XXIV, n. 3/2011.

[2] Tiberio Graziani, America indiolatina ed Eurasia: i pilastri del nuovo sistema multipolare, Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici, a. V, n. 3/2008.

[3] Los países BRICS en su conjunto constituyen alrededor del 27% del territorio, el 43% de la población y el 15% del PIB mundial.

[4] Alessandro Lattanzio, Le forze strategiche del BRICS, Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici, a. VIII, n XXIV, n. 3/2011.

[5] Pietro Longo, Daniele Scalea, Capire le rivolte arabe, Avatar – IsAG, Dublino 2011.

[6] Paulo Borba Casella, BRIC: a l’heure d’un nouvel ordre juridique, Edition A. Pedone, Paris 2011.

[7] Ignazio Castellucci, Il diritto nel mondo dei molti “imperi”, Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici, a. VIII, n XXIV, n. 3/2011.

[8] Tiberio Graziani, Prefazione a Claudio Mutti, Esploratori del Continente. L’unità eurasiatica nello specchio della filosofia e dell’orientalistica, Edizioni Effepi, Genova 2011.

6 comentarios

  1. Salud

    «…la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial (BM) y el fondo Monetario Internacional (FMI), basados, como es sabido, en criterios individualistas y mercantiles propios de las concepciones de carácter occidental».

    «La nueva perspectiva que el modelo BRICS introduce, forzosamente chocará con la otra “reglamentación mundial” (la global governance de la escuela angloamericana) la cual se “radica en la concepción individualista de la sociedad y en el pensamiento único “democrático”, rehúsa las diversidades culturales de las distintas poblaciones (aunque no en términos instrumentales como el de la doctrina del “choque de civilizaciones”)».

  2. Dejo este artículo de Rebelión

    BRICHS y ASITI (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; y Arabia Saudí, Indonesia, Turquía e Irán)

    Potencias medias ponen en duda su supremacía
    EEUU en declive en Oriente Próximo (I)
    Alberto Cruz
    CEPRID

    “Como no es nuestro cometido elaborar un plan eterno para el futuro, lo que tenemos que hacer es una evaluación crítica y no tendenciosa de todo lo que nos rodea; no comprometedora, en el sentido de que nuestra crítica no puede temer sus propios resultados, ni temer enfrentarse a los poderes existentes”
    Karl Marx

  3. La teoría de las relaciones internacionales establece que una política exterior sólo está al alcance de aquellos países que tienen los medios y recursos suficientes para hacerse oír fuera de sus fronteras. Esos medios y recursos son los económicos, políticos, militares, estratégicos, ideológicos y culturales. Se podría añadir, también, los demográficos. Quien cumple todos estos requisitos es una superpotencia y tiene un papel hegemónico en las relaciones internacionales. Pero se da el caso de países que cumplen con algunos de estos requisitos y juegan un papel protagonista, nunca hegemónico, en un aspecto regional. Esas son las potencias medias.

    Tras la desaparición de la Unión Soviética, sólo un país cumple todas esas condiciones: los EEUU. Se puede discutir si China entra dentro o no del calificativo de superpotencia –algo aún irrelevante para los chinos que siguen su camino hasta el 2027, año que ellos consideran habrán llegado a la paridad estratégica (política, económica y militar) con EEUU- pero lo que no se puede discutir es que en los últimos años han surgido con fuerza una serie de potencias medias que, en ocasiones, están fuera de los parámetros occidentales y que tienen un peso cada vez mayor en las relaciones internacionales. Es el caso de Brasil (en América Latina), de Alemania (en Europa), de India (en Asia), de Rusia (que habría “bajado” un puesto al perder el rango de superpotencia tras la desaparición de la URSS), o de Sudáfrica (en África). A ellos habría que sumar Irán, Turquía y Arabia Saudita, con un ámbito un poco más reducido: Oriente Próximo. Incluso se podría añadir a Israel, aunque con muchas reticencias y condiciones.

    La mayoría de estos países forman parte del denominado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y han logrado tener cabida en los principales entes económicos del mundo, como el G-20, y logrado mayores cuotas de poder en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Alguien ha calificado a estos países como “potencias emergentes”. Un alguien occidental que utiliza un calificativo claramente colonial porque estos países hace tiempo dejaron de “emerger” para pasar a ser una realidad incuestionable en el ámbito no sólo económico, sino geopolítico e internacional. El caso más claro es el de China.
    Quien primero se dio cuenta de la realidad, como casi siempre, fue EEUU y a raíz de cómo se había posicionado el mundo tras la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003. A pesar de las apariencias, los últimos años de la Administración Bush fueron un intento de amoldarse a la nueva realidad aunque, eso sí, bajo los parámetros imperialistas clásicos –seguidores de la teoría del “realismo político” que impusiese Hans Morgenthau al finalizar la segunda guerra mundial- que dicen que EEUU tiene que luchar de forma “constante y perpetua” por la hegemonía mundial.

  4. La Estrategia de Seguridad Nacional de Obama

    Con cada presidente, EEUU impulsa una Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) que es en la que se asienta el diseño imperial. Saberlo es interesante, conocerla es obligado. Bush puso en marcha dos en cada uno de sus mandatos, en 2002 (que sirvió de base para la invasión y ocupación neocolonial de Irak) y en 2006 (que se “reorientó” hacia la “lucha global contra el terrorismo”). Ambas tenían como eje central la reivindicación de las “acciones preventivas”, aunque la segunda ya más matizada hacia el “terrorismo global”.
    Barak Obama siguió la tradición. En 2010 presentó su ESN (1) en la que hay más continuidades que novedades respecto a las anteriores. En su preámbulo se define como una ESN “de transición” puesto que se obliga a ocuparse de los problemas y retos contraídos con anterioridad (es decir, las presidencias de Bush) antes que a afrontar “los nuevos retos” que aparecen en el horizonte de EEUU, pero con una consideración que la hace novedosa: una apuesta por el “multilateralismo” siempre que éste sea beneficioso para los intereses de EEUU. Es decir, no es un fin de su política exterior sino un medio de la misma y un instrumento para conseguir sus fines. Por ello, se otorga un respaldo a la ONU “hasta el último momento”, dejando la puerta abierta a una intervención militar unilateral si es necesario para sus intereses; se insiste en la nueva estrategia imperialista de barniz humanitario, la denominada “responsabilidad de proteger” bien mediante acuerdos multilaterales o bilaterales, incluyendo el uso de la fuerza (ahí está Libia como ejemplo), y hace un guiño a los defensores del multilateralismo aparentando un acercamiento al Tribunal Penal Internacional aunque sin que ello signifique que tenga jurisdicción alguna sobre los ciudadanos estadounidenses.

    En esta ESN de Obama se otorga más importancia a Rusia, China e Indonesia (por este orden) que a Oriente Próximo y aparece por primera vez una mención a Brasil. Esta referencia, muy importante en el devenir de este país latinoamericano, que ya se está acercando a las posiciones estadounidenses en política exterior a cambio de una vaga promesa de apoyar su candidatura como miembro permanente para un Consejo de Seguridad de la ONU renovado, será abordada en un análisis posterior. También hay una mención especial a India. Lo interesante para este artículo es cómo en la ESN de 2010 pierde importancia para EEUU el “Gran Oriente Medio” diseñado con la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003. Ahora, Irak prácticamente desaparece de escena –con una sola mención a la retirada de tropas y relevo de “responsabilidades”-, Siria ya no es el malo de la zona y como único objetivo queda Irán.

    En ello ha tenido mucho que ver el espejismo de la “victoria” militar en Iraq y Afganistán –junto a la derrota estratégica de Israel en la guerra contra Hizbulá en 2006 y, en menor medida, la agresión de este país contra Gaza en 2008-, que son las que, en la práctica, han terminado con el orden unipolar y han impulsado la aparición de otro orden nuevo, regional, en la zona que está suponiendo un verdadero quebradero de cabeza para EEUU.

    Por ejemplo, es poco cuestionable que la destrucción a gran escala y el elevado número de muertes provocadas en Líbano y Gaza reforzaron claramente a Hizbulá y Hamás hasta hacerles imprescindibles en cualquier ecuación que se plantee para solucionar la situación en Líbano y Palestina. Son dos actores no estatales que pasan a ejercer un papel protagonista casi al mismo nivel que los Estados. Y el miedo que los regímenes reaccionarios árabes tienen a Hizbulá se manifiesta en las acusaciones que se lanzan de estar detrás de casi todas las revueltas bien sea en Gaza o, como ha sucedido recientemente, en Bahrein.

    También es poco cuestionable que la extensión de la guerra de Afganistán a Paquistán por medio de los ataques con aviones no tripulados ha provocado la desaparición de Pakistán como Estado soberano. Hay dos ejemplos que visibilizan esta apreciación: la reciente puesta en liberad de un agente de la CIA que mató a dos súbitos pakistaníes en una reyerta (con “dinero de sangre” por medio, el pago a las familias de una cuantiosa suma ofrecida por Arabia Saudita) y la disposición de Pakistán a enviar soldados y policías a Bahrein para “garantizar la supremacía sunní” en este país tras la invasión saudita que puso fin a las protestas democráticas contra la monarquía bahriní. En ambas decisiones, Pakistán ha seguido los dictados no ya de EEUU, sino de Arabia Saudita, convertida en potencia emergente de la zona.

    Y tampoco se puede cuestionar con un mínimo de rigor intelectual que la guerra de Afganistán es desde hace mucho tiempo una guerra de liberación nacional –en menor medida la de Irak- con características cada vez más claras de inserción de fuerzas islamistas y nacionalistas en ella y que por esta razón las fuerzas de la resistencia se incrementan día a día, así como su capacidad de acción militar y política.

    Pero, además, la guerra de Afganistán y el fiasco de Irak han contribuido a que la política en esa zona sea mucho más “regionalizada” de lo que le gustaría a EEUU, lo que ha llevado, inevitablemente, a una progresiva pérdida de influencia de este país. Por consiguiente, han aparecido nuevos actores que hay que tener en cuenta a la hora de analizar la política internacional de EEUU y que, como tal, está esbozada en la ESN 2010.

    De una forma simple, se puede decir que en las relaciones internacionales la riqueza fortalece el poder de una nación, y el poder es un medio para incrementar la riqueza de un país. Cuando se habla de “potencias emergentes”, la simple utilización de esta denominación debería ser fundamental para entender el nuevo papel de las potencias medias y las que no lo son tanto en Oriente Próximo.

  5. Salud

    Ahora mi comentario.
    Algunos podrán reprocharnos que nos olvidamos de reconocer que Unión India, Brasil, Federación Rusa, República Surafricana o China «Popular» son también potencias capitalistas y que, por tanto, indios, brasileños, rusos, surafricanos y chinos continentales asumen también de hecho los criterios individualistas y mercantilistas propios de Occidente usacéntrico.
    Esto nos lo reprocharán con objeto de apoyar la postura «equidistante» o presuntamente «anticapitalista» de: «todos son igualmente capitalistas, es una competencia entre capitalistas, da igual quien gane».
    Postura que, nos parece claro, sólo favorece a la hiperpotencia usaca.

  6. Ante tal reproche, Constanzo Preve lo expone muy claro en una entrevista con el director de Italicum Luigi Tedeschi:

    «La razón por la que acepto en lo esencial la dicotomía schmittiana [amigo-enemigo] está en el hecho de que ésta describe, con admirable aproximación, la situación histórico-política que se creó en el siglo XX y, sobre todo, permite nombrar al imperio ideocrático americano como el enemigo principal.
    La Talasocracia americana es el enemigo principal no porque sea el único imperio capitalista (porque también Rusia, China, India, etc. son capitalistas al cien por cien), sino porque su existencia bruta coordina, tanto en el plano militar como sobre todo en el cultural, la entera reproducción capitalista globalizada mundial, imponiendo sus reglas financieras. Por esto es el enemigo principal, no ciertamente porque sus competidores sean “humanamente” mejores.

    Además, Schmitt ha sido el único pensador del siglo XX que ha puesto de relieve de modo claro y “reproducible” que la sucia legitimación particularista de la potencia marítima americana ha sido edificada a través de la referencia a una presunta “humanidad”.

    Hoy la paradoja dialéctica está en esto: el enemigo principal es precisamente el que se presenta como el principal amigo de la humanidad, a la que pretende conformar “universalistamente” a su estructura económica, política y social particularista, y lo hace en nombre de un mandato religioso, de una divinidad auto-atribuida, un auténtico Anti-Cristo fruto de una fusión monstruosa entre fundamentalismo judío veterotestamentario y puritanismo calvinista de los “elegidos”».

    … … …
    Aquí está la clave. El capitalismo chino, por mucha gente que ejecute para sacarles los órganos (órganos que compran en su mayoría otros, por cierto) por muchos activistas tibetanos y uigures que mate, por muy dura sea la explotación que impone a los asalariados, por mucha tierra que confisque a campesinos y por muchos precios que reviente y mucha competencia desleal que practique…
    la China «popular»-capitalista no legitima su poderío, ni exige la sumisión del resto del planeta ni impone la obligación moral de ser lacayos suyos en función de un relato de representación de la «Humanidad». Ni Deng, ni Jiang, ni Hu han pretendido hablar jamás en nombre de la «Humanidad». A diferencia de Obama, de Bush, de Clinton, de Reagan, de Eisenhower, de Truman, de Roosevelt, de Wilson…

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